Aragón es la primera comunidad española que consume menos energía de la que produce mediante fuentes renovables y la segunda en cuanto a potencia instalada, solo por detrás de Castilla y León. Es habitual que los medios de comunicación se hagan eco de noticias sobre nuevas inversiones para la construcción de parques en territorio aragonés, de la evolución que han tenido las tecnologías verdes para la producción de electricidad en la comunidad y del consiguiente desarrollo de proyectos y empleo en este sector. Al hilo de la renovación de los primeros aerogeneradores que se instalaron en La Muela hace más de 30 años, y que ya forman parte de la memoria paisajística de los zaragozanos, desde COGITIAR hemos hecho un repaso por la situación de las energías renovables en Aragón con un experto en este campo: Javier Sanz Osorio. Ingeniero técnico industrial eléctrico, es director general de SISENER, un grupo de empresas (Sisener, Femab, Cadisa, Sfice, Saroen) de servicios integrales en el sector energético, obras civiles, arquitectura, economía circular y descarbonización, con más de 250 trabajadores y presencia en seis países a través de ocho oficinas que han desarrollado proyectos en más de 40 países.
En contra de lo que muchos creen, Sanz desvela que el primer molino de viento de España que se conectó a la red eléctrica estaba en Candasnos, en los Monegros oscenses, a comienzos de los años 80. Sus 18 metros de altura y 55 kilovatios de potencia nada tienen que ver con los números de los aerogeneradores modernos: palas de hasta 180 metros de diámetro, 7 megavatios y regulación electrónica de potencia. “La evolución de la tecnología ha sido bestial. “Los primeros aerogeneradores tenían motores asíncronos de jaula de ardilla que, cuando se conectaban a la red, provocaban una sacudida en la red, con alteraciones importantes. Ahora ya pueden inyectar energía a casi cualquier velocidad, mientras que antes tenían que adecuarse a las condiciones de la red y se perdía viento”, explica. “Actualmente se obtienen medias de aprovechamiento de 3.000 horas equivalentes, frente a las 2.200 de antes, por lo que se genera mucha más energía y de mejor calidad”, añade.
“El tiempo nos ha dado la razón”
Recuerda que la Universidad de Zaragoza jugó un papel destacado al trabajar con Red Eléctrica para establecer las cantidades máximas de energía eólica que se podían inyectar a la red, evitando alteraciones grandes y que se desestabilizara todo el sistema eléctrico, “ya que la interconexión de España era, y sigue siendo, débil”, apunta. “Por eso –destaca- REE hizo que España fuera el primer país en elaborar una serie de normas para el cumplimiento de calidad de la red inyectada y respuestas ante huecos de tensión, cortocircuitos y demás, la cual fue aplicada por otros países”. En esto se involucró su padre, Mariano Sanz Badía, también ingeniero especialista en materia energética, profesor emérito de la Universidad de Zaragoza y fundador del área eléctrica y renovable en el CIRCE Centro Tecnológico. “El tiempo nos ha dado la razón y las energías renovables han contribuido a que España sea el país de Europa en el que los consumidores pagan menos por megavatio/hora y uno de los que más ha contribuido a la disminución de la emisión de gases de efecto invernadero”, afirma.
En cuanto a legislación, inicialmente toda la normativa que había, estaba basada en una tarifa especial para las renovables, hasta que en torno al 2014, al existir un déficit en el sistema eléctrico, se publicó un nuevo real decreto para poder estudiar la rentabilidad de los proyectos y establecer una retribución a la inversión, a la operación y por la venta al mercado. Preguntado por Aragón, Sanz lamenta el “atasco” de proyectos que la comunidad vivió durante un determinado periodo antes de que se decidiera llevar a cabo la primera subasta de energía a nivel nacional.
Ingeniería mundial desde el corazón de Zaragoza
Fundada en el año 2000, Sisener comenzó dedicada a las infraestructuras de red y energías renovables, si bien hoy aglutina todas las actividades que implica el proceso de descarbonización. Es una de las empresas que más infraestructura de red (subestaciones y líneas) realiza en España y cuenta con departamentos especializados en eólica, fotovoltaica, centrales hidroeléctricas, plantas de biomasa, valorización de residuos, hidrógeno verde y captura de CO2. Aunque en Aragón no hay fabricantes de aerogeneradores, sí se ha creado un ecosistema de empresas en la industria auxiliar. “Somos una zona de referencia en España en renovables y estamos muy bien vistos, no solo porque tenemos bastantes proyectos instalados y hay bastante industria, sino porque hemos accedido a la parte del conocimiento, con ingenierías y desarrollos tecnológicos”, afirma Sanz, quien enumera algunos de esos nombres propios que han dado prestigio a este sector, cada uno en su ámbito de negocio: Molinos del Ebro, General Eólica Aragonesa o Cetasa, en el desarrollo y promoción de proyectos; Kintech (data loggers que registran el viento); Altertec Renovables (mantenimiento); Saroen (software para análisis de comportamiento de la actividad de los aerogeneradores)…
Respecto al futuro de las renovables, Sanz es partidario de reforzar las interconexiones con el resto de Europa y tiene claro que está en la generación integrada y distribuida, es decir, en generar energía al lado de donde está el consumo. “Puede ser directo a una fábrica, en una vivienda con paneles fotovoltaicos en el tejado, en una comunidad energética con el ayuntamiento… Pero esto no significa que se vayan a dejar de desarrollar macroparques”, aclara. En este sentido, destaca el decreto de 2021 del Gobierno de Aragón que favorece este cambio. “Las industrias están empezando a interesarse por el autoconsumo directo, no solo desde un punto de vista de energía eléctrica, sino también térmica (por ejemplo, sustituyendo calderas de gas por eléctricas), que es de donde procede, de media, el 70% de su consumo energético”, explica.
Un excelente porvenir para la profesión
Después de toda una trayectoria dedicada al ejercicio libre de la profesión, y al frente de una plantilla de 267 personas, Sanz tiene bien cogido el pulso al mercado laboral. “Sería bueno que estuviera repartido de otra manera, con menos empleo en las grandes compañías que luego subcontratan y hacen que se ajusten tanto los márgenes”, admite. Sin embargo, es muy optimista con el futuro de la profesión. “Trabajo hay. Faltan ingenieros y la sociedad los necesita. Es un buen momento para desarrollarse en este ámbito porque estamos asistiendo a un cambio tecnológico revolucionario en eficiencia energética, generación de renovables, nuevos vectores de fuentes de energía eléctrica o gestión de residuos… Todo ello con la implementación de nuevas tecnologías de análisis de datos (IA), que ofrece muchas oportunidades en nuestro camino hacia la descarbonización”, concluye.